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Momento kairológico


En 1927 Alan Crosland sorprendió al mundo con la primera película sonora de la historia, El cantor de jazz, título en el que Al Jolson se introdujo en el Olimpo de los dioses cinematográficos mencionando un ¡Todavía no han oído nada! que auguraba un futuro prometedor. Aquella locución escueta, de apenas cuatro palabras (Ain't Heard Nothin' Yet!) las pronunciaba Jolson en una cinta que pasaría a la posteridad, sin embargo, por la interpretación del tema Mammy, que Jolson cantaba ataviado con una fuerte base de maquillaje oscuro, imagen archiconocida que sirvió de basamento para su póster promocional. De todos los intérpretes afroamericanos que existían y han existido, sobresalientes en jazz, soul, rock y pop, tuvo que ser un actor blanco el que interpretara su papel oscurecido artificiosa e inconcebiblemente.

Pongámonos ahora en otra situación. Imagínense a una actriz de cincuenta años a quien han llamado para realizar una prueba para el próximo título de un importante realizador. La dirección de cásting no puede ser más específica: buscan una intérprete de su misma edad. Pese a ello, cuando se adentra en la sala repleta de candidatas comprueba que ninguna de ellas supera los cuarenta. Es ella quien, entonces, se queda fuera y a quien descartan por no dar el perfil. No es ciencia ficción, esto sucede hoy en día, en el mundo real.

Vivimos en una sociedad en la que nos hemos acostumbrado a los aditivos, a los colorantes y a los conservantes, sin recordar apenas en qué consistía la versión original. El artificio se ha impuesto y no es extraño que nos sintamos defraudados cuando la realidad no alcanza las cotas inigualables de la ficción. Los medios imponen su mirada distorsionada y el común de los mortales imita sus pautas sin reflexionar acerca de la bondad o idoneidad de seguir y perpetuar su quimera. Mujeres obligadas a una delgadez extrema, a una juventud prolongada o a interpretar unos personajes que pueden ser reemplazados por una lámpara sexy sin que afecte al argumento. Ellas son las más perjudicadas por un sistema que las necesita pero las arrincona. La cultura visual ha impuesto un modelo difícil de cumplir y, lo que es más pernicioso, arriesgado de sostener.

Este tema, y otros muchos, se han debatido los días 10 y 11 de noviembre en el Taller Internacional CinemAGEnder, dirigido por las profesoras Barbara Zecchi y Raquel Medina, y llevado a cabo en la Universidad Complutense de Madrid. Auspiciado por la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA), el Centre for Critical Inquiry Into Society and Culture, la Aston University y el grupo GECA (Género, Estética y Cultura Audiovisual) de Francisco Zurián, en este taller se ha podido ahondar en las bases que meses atrás sentamos en Birmingham, donde un grupo de investigadores internacionales pusimos en solfa la situación del audiovisual actual.

Acompañados por Yvonne Blake, presidenta de la Academia de Cine y ganadora de un Oscar en 1971, así como por la valerosa presidenta de CIMA, Virginia Yagüe, las jornadas contaron con invitadas de excepción como como la guionista Alicia Luna, algunas integrantes del grupo de actrices De cincuenta para arriba (Nieve de Medina, Susana Martíns y Gloria Vega), o la polivalente cineasta Inés París.

Precisamente París ofreció una de las charlas más prolijas, perfilando un panorama cinematográfico que, lejos de ser desalentador, exhortaba a ofrecer optimismo frente a una situación internacional en plena vorágine de transformación: "Las cosas están cambiando", indicó la directora de La noche que mi madre mató a mi padre, "y es una etapa que tenemos que aprovechar". Porque según la cineasta, gracias a la acción de asociaciones como CIMA o proyectos como CinemAGEnder, la visibilización de la mujer en los medios se ha hecho más patente, no solo delante de la cámara sino también detrás: "muchas productoras están abriéndose a producir a mujeres, es una gran oportunidad". Haciendo honor a su bagaje como licenciada en Filosofía (amén de hija del filósofo y escritor Carlos París), la realizadora no dudó en indicar que nos encontramos en un momento kairológico. Derivado del término griego kairós (καιρός), este concepto hace referencia a "un instante de oportunidad", algo que según París representa también nuestro contexto presente, en el que tantas mujeres se preparan para formar parte del mundo audiovisual.

Mientras esto sucede, habrá que seguir investigando y trabajando por visibilizar una desigualdad que debe ser por fin erradicada. Ya no valen maquillajes oscurecidos ni simulaciones, ni mujeres jóvenes interpretando a otras de mayor edad. Es la hora de actuar. Y es que, aunque parezca que ya se ha dicho todo, aún hay mucho que explicar. Al final va a tener razón Al Jolson, y todavía no hemos escuchado nada de verdad.


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